Academia de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales


Cierre del acto de ingreso en la Academia del Ilmo. Sr. D. Cristobal Valenzuela Calahorro realizado por el Excmo. Sr. Presidente de la Academia



Excmo. Sr. Rector D. David Aguilar Peña.
Iltmas. Autoridades, compañeros Académicos, Señoras, Señores.

Me van a permitir unas palabras que intentan focalizar el interés del Acto Académico. En primer lugar agradezco al Iltmo. Profesor D. Cristóbal Valenzuela el esfuerzo realizado en la elaboración de su discurso. Sinceramente considero que ha efectuado una documentada y magnífica revisión del tema, mostrando incluso su moderno interés tecnológico. Igualmente es meritoria la “laudatio” que hizo su maestro y amigo, el Excmo. Sr. D. Juan de Dios López González. La defensa realizada ha tenido la fuerza de la sencillez. En efecto, valoró la maestría investigadora con un argumento profundamente universitario, indicando el número de doctores que había formado. La Academia, Prof. Juan de Dios, comparte plenamente tu opinión, treinta Tesis dirigidas es una hazaña científica. Desde aquí pues, subrayo que la Academia se considera muy honrada con la incorporación del Profesor Valenzuela por ese “curriculum” tan extraordinario y por su proverbial dedicación. También creo que es mi deber sugerir a las autoridades académicas que la dirección de Tesis doctorales, por ser una de las tareas universitarias más genuinamente sociales y solidarias, se debería tener más en cuenta a la hora de otorgar distinciones, en particular la relativa al “Doctorado Honoris Causa”.

Las grandes paradojas del siglo XXI


Entre las paradojas ciencia – sociedad, la paradoja “química” es una de las más contradictorias, pero tiene enorme influencia sobre las decisiones políticas. La Sociedad actual utiliza muchos productos químicos, algunos efectivamente muy contaminantes (aditivos alimentarios, abonos, pesticidas, etc.). Para los movimientos ecologistas, cabeza de lanza social, la Química y sus productos generan una evidente animosidad. Incluso con fecuencia piden su completa eliminación. La Ciencia, por el contrario, considera que sin estos productos una población mundial de 7 000 millones no sería posible. Se trabajaría más, se viviría menos y cientos de millones de personas habrían muerto (dado que sin agua sanitaria, sin suficientes alimentos, que se obtienen con los abonos, y con la medicina naturista no se va muy lejos). Estaríamos, por lo tanto, sometidos a hambrunas y pandemias y a otros jinetes del Apocalipsis. Es razonable pensar que la Química y los grandes científicos de la Química deberían gozar del máximo respeto y reconocimiento público.

Norma de riesgo cero


La información de partida es un acuerdo del Congreso de USA (1 958) relativo a la “prohibición de cualquier cantidad de sustancia química que se conozca produce cáncer en animales. La llamada Cláusula Delaney es una propuesta de riesgo cero, que defienden los ecologistas. No obstante, la contaminación con pesticidas preocupa también a la Ciencia, dado que se encuentran restos de pesticidas en todos los alimentos (frutas, verduras, aceite, leche, etc.). Incluso se detectan en las aguas “fósiles”. Además, algunos pesticidas son fuertemente cancerígenos.
La crónica científica contextual podría ser la siguiente:
  • En 1 958 se conocían pocas drogas cancerígenas, por el contrario en 1990 se conocían cientos de compuestos químicos que a altas dosis producen cáncer en animales.
  • En 1 958 no existía distinción entre cancerígenos fuertes y débiles.
  • En 1 958 la sensibilidad analítica de los dispositivos era del orden de una parte por mil, mientras en 1 990 supera una parte por millón (ppm).
  • La correlación entre los efectos cancerígenos en animales, provocados por dosis altas, con los efectos cancerígenos en el hombre con dosis bajas y extremadamente bajas es todavía, año 2 005, un problema abierto.
  • Los residuos se miden en el campo y su concentración disminuye con el tiempo (transporte y almacenamiento). Una parte importante suele estar en la piel del fruto y ésta se pierde en el pelado, lavado y cocinado. Todo esto implica dosis ingeridas mucho menores.
  • Como determinó la Academia de Ciencias Americana (en 1 993), los niños tienen más sensibilidad y, además, la dosis por unidad de peso que reciben es mayor.
  • En 1 990, por los argumentos indicados, se cuestionó la cláusula Delaney y se permitió el uso de pesticidas cancerígenos, siempre que el riesgo fuese muy bajo.
  • Posteriormente, un tribunal dictó sentencia a favor de la Cláusula hasta que el Congreso la cambiase. Esto mantenía la prohibición de utilizar pesticidas, sin importar las cantidades que pudiesen quedar en el alimento (sin dosis) a la hora de su ingesta, si estos pesticidas, a altas dosis, eran cancerígenos en animales.
  • En 1 995 un informe científico dejó claro que los productos químicos, tanto naturales como artificiales, tienen un riesgo cancerígeno relativamente bajo.
  • Finalmente, en 1 996, casi cuarenta años después, el Congreso norteamericano reemplazó esta norma de riesgo cero para contaminantes químicos de alimentos, por una norma científica más general. Ésta exigía certidumbre comparable de inexistencia de daños derivados de la exposición a residuos de pesticidas en los alimentos.
Los ambientalistas aceptaron el cambio, dado que, aun admitiendo un nivel mínimo de pesticidas, se tenía la contrapartida de ampliar a cualquier efecto sobre la salud (no sólo los riesgos cancerígenos). Además se admitía la especial sensibilidad de los niños (logrando niveles mucho menores). El papel que jugaron los ambientalistas en el proceso normativo fue en este caso, afortunadamente, el adecuado. Y la especial sensibilidad de los niños fue recogida en todas las normas relativas a límites de contaminantes.
En el siglo XXI, la Ciencia ha logrado que todos los riesgos ambientales sean equivalentes: las diferentes contaminaciones, contaminantes y actuaciones deben tener un impacto equivalente. El problema es hacerle ver a la Sociedad esa equivalencia. Es difícil hacer comprender a la Sociedad que el agua potable debe tener “colis fecales”, dado que eliminarlos tiene un coste asintótico prohibitivo.
Las normas de riesgo cero utilizan un lenguaje metacientífico y utópico. Pero como sucede con demasiada frecuencia en el mundo real, durante cuarenta años habrá causado muchísimas más muertes de las que ingenuamente quiso evitar. Aun no siendo maltusiano, debo recordarles el significado del crecimiento exponencial de la población, para que se comprenda mejor esta paradoja entre la química y los ecologistas ultramontanos, defensores de las normas de riesgo cero.
En términos de función, todos sabemos el significado de un crecimiento exponencial, pero en términos de población en el “2 000” muchos ignoran que conlleva aumentos poblacionales alarmantes para la sostenibilidad solidaria de la población sobre el planeta. La última proyección de crecimiento realizada por la División de Población de la ONU concluye, en el análisis de la curva de crecimiento exponencial, que:
  • Cada 15 años se suman 1 000 millones de habitantes, el 97% en países atrasados
  • Desde 1 950 a 1 995 la población creció en 3 000 millones.
A la vista de estos datos resulta perverso que haya grupos que antepongan la singularidad a la globalidad. El gueto al que se somete a la mayor parte de la humanidad, por parte de una sociedad babeliana, consumista y desarrollista no tiene justificación científica. Las soluciones insolidarias y utópicas de los problemas están frenando realmente las soluciones globales, incluso las agravan. La utopía, es adorable como instrumento de exhibición personal, pero suele ser tremendamente contraproducente en el ámbito global. Por supuesto son necesarias las Normas Internacionales, dado que compatibilizan el riesgo de uso con los beneficios. Ese es precisamente el sentido de permitir con las limitaciones de riesgo equivalente el uso de los “productos químicos”: insecticidas, conservantes, alimentos transgénicos, energía nuclear y un largo etc. La prohibición absoluta, dedicar recursos sociales a la agricultura ecológica, etc., sería en el ámbito científico global una innecesaria y miope contribución de la Sociedad a la desnutrición de la humanidad. Y un aviso para navegantes, en el futuro provocará profundas carencias en educación y sanidad.
Es esencial el cambio del paradigma ecologista actual, con sesgo claro por Normas de riesgo cero, hacia un paradigma científico ambientalista. Éste se basaría en la universalidad de los riesgos admitidos. Se han de considerar todos los hombres, los actuales y los futuros.
La Universidad debe volver a ser el referente de la Sociedad para así cerrar a tiempo la brecha entre la Sociedad de consumo, que le sobra casi todo, y la Sociedad tribal del mundo subdesarrollado, que carecen de lo más elemental. No es razonable jugar el papel de freno a las soluciones científicas de los problemas del hombre. No es razonable un frente ecologista a las posibles soluciones para la humanidad, alimentos transgénicos, plaguicidas, energía nuclear, etc. La tesis de un importante grupo de científicos, entre los que se encuentran miembros de la Academia, para hacer frente al crecimiento exponencial de la población estaría vinculado a dos proposiciones que dejo como epílogo:
  1. Mantener el mismo riesgo, garantizado por NORMAS INTERNACIONALES, en todas las actividades contaminantes
  2. Lograr una vida digna a los 7 000 millones de habitantes de nuestro planeta Tierra.